El Templo Mayor en llamas, ilustración basada en el Códice Florentino.

La historia no puede reescribirse

Muchos capítulos de la historia universal están marcados por conflictos entre civilizaciones, países o regiones. Pareciera que ser diferente al otro, pensar distinto o hablar otra lengua es suficiente motivo para desatar una guerra.

Podría parecer injusto culpar a los protagonistas de la historia por haber actuado de una manera que hoy nos parecería lamentable; pero recae en nosotros, los protagonistas del presente, aprender de los sucesos del pasado para evitar repetirlos. El capítulo de la fiesta de Tóxcatl, que desencadenó una trágica matanza en el Templo Mayor, habla de dos culturas que, siendo muy distintas, no pudieron entenderse lo suficiente.

A continuación exploraremos los hechos que desencadenaron la guerra por el dominio de Tenochtitlan, una historia que, en el fondo, encierra el conflicto que nace del temor hacia lo que es diferente.

Una tensa calma

Habían pasado seis meses desde el primer encuentro entre Moctezuma y Hernán Cortés. Aunque a los españoles se les había recibido y hospedado en la ciudad, la población tenochca no dejaba de tener desconfianza hacia los extranjeros.

A pesar de la incertidumbre que debió de sentirse aquellos días en la gran Tenochtitlan, los líderes de ambos bandos habían logrado mantener la paz, por lo que mexicas y españoles convivían unos con otros, entre la fascinación mutua y las expectativas.

La frágil calma que reinaba en la capital mexica comenzó a peligrar cuando Cortés tuvo que salir de la ciudad para atender un asunto pendiente: Diego Velázquez, gobernador de Cuba, había enviado a México una tropa con la misión de detenerlo. ¿Qué delito se le adjudicaba a Cortés? El haber desobedecido órdenes superiores con tal de conquistar los territorios inexplorados.


Cortés, acompañado de una parte de sus tropas, se alistó para salir de Tenochtitlan y así poder interceptar a sus captores. Seleccionó a Pedro de Alvarado, a quien los mexicas apodaban Tonatiuh —es decir, “El Sol”—, para que asumiera el mando de los españoles que se quedarían en la ciudad.

Encuentro de Cortés y Moctezuma, ilustración basada en el Códice Durán.

Ecos del mundo

¿Qué pasaba al mismo tiempo en otras partes del mundo?

  • El 24 de junio de cada año, en el imperio Inca se celebraba el Inti Raymi, una fiesta dedicada al Sol. En 1572, el virrey Francisco Álvarez de Toledo la prohibió por considerarla una ceremonia pagana; sin embargo, esta fiesta sería retomada años después. En la actualidad, algunas comunidades indígenas la siguen celebrando, tanto en Perú como en Ecuador.


  • En Japón, el festival Gion Matsuri se celebrara con la finalidad de apaciguar a los dioses, a quienes se atribuían desastres naturales, como inundaciones o terremotos. En 1533, durante el Shogunato Ashikaga, se prohibió la celebración de este acto religioso, pero ante la demanda de la sociedad de la época, la fiesta continuó, aunque fue despojada de toda alusión religiosa.


  • Desde 1264, se instituyó en los países cristianos la fiesta de Corpus Christi, o del Santísimo Sacramento. Durante siglos, ésta fue la festividad más importante para el catolicismo, incluso más que la Navidad. En la Nueva España, la fiesta de Corpus comenzó a celebrarse desde el año 1526, seis años después de la última fiesta de Tóxcatl.


  • Durante la Edad Media y el Renacimiento, se celebraban en el viejo continente los llamados “carnavales”. En estas fiestas, que solían durar varios días, las reglas y las barreras sociales desaparecían para dar paso al desenfreno. El libro Gargantúa y Pantagruel, de François Rabelais, publicado en 1534, describe la libertad desmedida y la glotonería que se vivía en estas festividades europeas.

Gargantúa y Pantagruel, ilustración de Gustav Doré.

La fiesta de Tóxcatl

Corría lo que para nosotros es el mes de mayo y los habitantes de la ciudad, como cada año, comenzaban los preparativos para una de sus mayores celebraciones religiosas, la de Tóxcatl. Alvarado, como primero al mando del ejército español, estuvo de acuerdo en que los mexicas siguieran con su tradición; pero, con un dejo de desconfianza, el capitán dio a sus soldados la instrucción de que permanecieran armados durante la fiesta.

Tóxcatl se celebraba al final de la temporada de sequía, para dar paso a la muy ansiada temporada de lluvias que, tal como sucede hoy en la Ciudad de México, comienza el mes de mayo. La fiesta estaba dedicada a Huitzilopochtli, principal dios de los mexicas, y a Tezcatlipoca, deidad relacionada con la oscuridad y que, a su vez, era la contraparte de otro dios muy importante: Quetzalcóatl.

Para la celebración, los mexicas seleccionaban de entre sus prisioneros de guerra a uno que reuniera las características de Tezcatlipoca, es decir, escogían a un guerrero joven, con destreza para la lucha y belleza física. Veinte días antes de la fiesta, el prisionero seleccionado era vestido como el dios y recibía todo tipo de regalos. Durante la fiesta, este representante del dios de la oscuridad era llevado a las afueras de la ciudad y era ofrecido en sacrificio.

Tezcatlipoca, ilustración basada en el Códice Borgia.

Sacrificio ritual durante la fiesta de Tóxcatl, ilustración basada en el Códice Florentino.

Por otra parte, para honrar a su dios principal durante la fiesta, los mexicas elaboraban una estatua de Huitzilopochtli con amaranto, quizás en algo parecida a las alegrías que comemos actualmente. Al rostro del dios se le daba forma con frijoles y granos de maíz. Le ponían plumas de águila y de papagayo amarillo en la cabeza y en varias partes del cuerpo. La ropa con la que lo vestían estaba decorada con dibujos de calaveras, huesos y miembros humanos. Al final de la fiesta, los sacerdotes se comían la estatua del dios.

¿Te imaginas lo que pudieron haber pensado los recién llegados al ver estas representaciones de los dioses? Lo que para los mexicas era una celebración sagrada, en la que se ofrecía lo más valioso a sus dioses, para los conquistadores españoles debió de haber resultado aterrador.

El despliegue de danzas, cantos, sacrificios rituales y alusiones a la guerra fueron interpretados por los extranjeros como una amenaza directa. Mientras miraban asombrados la “horrible” celebración, los hombres de Alvarado empuñaban cada vez con más fuerza sus armas.

Sentidos de la historia

La danza ritual de los guerreros mexicas era un punto culminante de la fiesta de Tóxcatl. Al igual que en muchas culturas, incluso actuales, el baile está relacionado con aspectos de lo religioso y acerca a los creyentes a una experiencia mística de cercanía con su deidad. En el siguiente video puede verse una representación de la danza en la ceremonia de Tóxcatl, realizada en el patio de Palacio Nacional.

Conoce más...

acerca de la música de los mexicas en la conferencia: “Música prehispánica y música colonial”, que forma parte del seminario “México-Tenochtitlan: siete siglos de historia”.

Sangre en suelo sagrado

Ante la mirada estupefacta de los españoles y al ritmo cada vez más acelerado de los tambores, los guerreros mexicas danzaban y cantaban en el patio del Templo Mayor. Los grandes capitanes iban al frente, guiando la danza; detrás iban los guerreros más jóvenes, aquellos que aún no habían tomado prisioneros en las guerras con otros pueblos. La fiesta casi llegaba a su final.

Mientras esto ocurría, Alvarado dio la orden. Algunos españoles cerraron las salidas del patio; otros, levantaron sus espadas y sus lanzas. Comenzó así la masacre de músicos y guerreros tenochcas que, desarmados y tomados por sorpresa, comenzaron a caer sin vida uno encima de otro.


Cuando fuera del patio sagrado se supo de la sangre que corría dentro, se escuchó un estruendo. La población mexica ululaba, es decir, golpeaban sus labios con su

mano mientras gritaban en señal de alarma. Atendiendo el llamado, otro grupo de guerreros se reunió afuera del lugar de la masacre. Comenzó así una lluvia de flechas que los soldados españoles respondieron con cañonazos y disparos de arcabuz.


Moctezuma, tomado prisionero y lamentando el derramamiento de sangre, envió un mensaje con uno de sus vasallos para tratar de calmar a su gente, pero ésta, enardecida por la muerte a traición de sus mejores guerreros, ya no lo reconocía como su emperador. La tensa paz que había durado seis largos meses había terminado, la guerra entre españoles y mexicas tenía comienzo. Era el 23 de mayo del año de 1520.

Matanza del Templo Mayor, ilustración basada en el Códice Durán.

¿Dónde pasó?

El Templo Mayor, del cual podemos ver hoy sólo sus restos, era el centro sagrado de la vida religiosa y política de los habitantes de Tenochtitlan. Según la cosmogonía mexica, este sitio era el centro del universo.

Parte de lo que hoy es el Zócalo, junto con el espacio que ocupan Palacio Nacional y la Catedral Metropolitana, eran considerados una zona sagrada que estaba delimitada por una especie de muralla con entradas y lugares de adoración. Fue en dentro de estos muros donde se realizó la última fiesta de Tóxcatl, así que cada vez que camines por el Zócalo y sus alrededores, toma en cuenta que estás pisando suelo que alguna vez fue sagrado y que, también, fue escenario de una de las mayores tragedias de la historia mexica.

Da clic aquí para explorar el recinto sagrado desde tu pantalla

Las mujeres en la historia:

los rituales domésticos

La población de Tenochtitlan era muy apegada a su religión. Cada casa de la ciudad tenía su propio altar, ante el cual las mujeres de las familias mexicas hacían ofrendas con alimentos, hule y copal. También, eran ellas quienes se encargaban de guiar a los demás miembros de la familia en las oraciones a sus dioses.

La responsabilidad de mantener la tradición religiosa era sobre todo de las mujeres pillis, quienes desde su nacimiento estaban destinadas a ser esposas de los principales guerreros. A ellas se les daba una educación privilegiada, que incluía, además de conocimientos domésticos, las prácticas rituales.

Así, en época de guerras, las mujeres que eran esposas de guerreros manchaban sus caras con tizne y se vestían con harapos, lo que era interpretado por los demás como una señal de tristeza por la partida de sus esposos. Durante la ausencia del guerrero, las mujeres se encargaban de apoyar su lucha a la distancia, por medio de oraciones y cantos. A su regreso victorioso, las plegarias y el agobio de las mujeres se convertían en alegría y agradecimiento a los dioses, por lo preparaban grandes platillos, dejaban los harapos y se vestían de manera elegante.

Cuando se trataba de festividades públicas religiosas, como en el caso de Tóxcatl, el papel de las mujeres consistía en llevar las ofrendas a los dioses, hacer oraciones y pintar a los demás participantes.

Mujeres preparando comida, ilustración basada en el Códice Florentino.

Historias ausentes

Aunque sabemos que los hechos del pasado no pueden cambiarse, un buen ejercicio sería imaginar que este choque de civilizaciones hubiera terminado en un acuerdo pacífico entre mexicas y españoles. ¿Acaso hubiera sido esto posible?

Describe o dibuja cómo sería el México de hoy si los conquistadores no hubieran acabado con un parte importante de la cultura mexica. ¿Celebraríamos las mismas fiestas? ¿Los edificios serían diferentes? Envía tu dibujo o tu escrito y descarga la imagen del Zócalo, donde probablemente ocurrieron los hechos de Tóxcatl.

Mirada ampliada

Te invitamos a profundizar más en el tema de la fiesta de Tóxcatl y la matanza del Templo Mayor. La Red de Bibliotecas Públicas de la Ciudad de México tiene entre su acervo algunos títulos que te permitirán ampliar la mirada. Te recomendamos:

Boturini Benaduci, Lorenzo, Historia general de la América Septentrional, Ciudad de México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1990.

Consejo Nacional para las Cultura y las Artes, Pasajes de la historia, T. I, Ciudad de México, Consejo Nacional para las Cultura y las Artes, 2000.

Phillips, Charles, El mundo azteca y maya, Barcelona, Folio, 2006.

Vázquez Vera, Josefina Zoraida et al., Gran historia de México ilustrada, T. I, Ciudad de México, Planeta DeAgostini, 2006.

Libro de visitas

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Créditos

Rosaura Ruiz Gutiérrez

Secretaria de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación

Uladimir Valdez Pereznuñez

Subsecretario de Educación

Angélica Antonio Monroy

Directora de Acervo Bibliohemerográfico

Dirección del proyecto: Angélica Antonio Monroy

Textos e investigación: José Pulido Mata

Ilustraciones y diseño: Emmanuel Peña Martínez

Diseño web: Alvar Villa Martínez

Colaboradoras de la sección “Mirada Ampliada”: Andrea González Martínez, B. P. Juventino Rosas, alcaldía Gustavo A. Madero / Norma García Azpeitia, B. P. Jesús Reyes Heroles, alcaldía Cuauhtémoc / Karla María Morales Salas, Coordinación de Bibliotecas, alcaldía Azcapotzalco

Fuentes consultadas

León-Portilla, Miguel, Obras de Miguel León-Portilla. T.XIII. Visión de los vencidos: relaciones indígenas de la conquista / El reverso de la conquista: relaciones mexicas, mayas e incas, Ciudad de México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas / El Colegio Nacional, 2013.


Matos Moctezuma, Eduardo, Tenochtitlan, Ciudad de México, El Colegio de México / Fondo de Cultura Económica, 2006.


Kruell, Gabriel, “La fiesta de Tóxcatl y la matanza del Templo Mayor, México”, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/2054/2050. Visto el 13/05/2021.