Los dos extremos

de la historia

Bueno o malo, héroe o villano, libertador o traidor, Agustín de Iturbide es uno de esos personajes históricos que, además de hacer discrepar a unos y otros, ponen en tela de juicio la función de la historia.


Unos, los que lo defienden, promueven que la historia tendría que ser neutral, es decir, que los hechos deberían ser analizados reconociendo la complejidad humana de los personajes que los protagonizaron. Otros, los que lo atacan, sostienen que la historia tiene una responsabilidad para con la sociedad, y que por tanto sus protagonistas se someten, por sus propias acciones, al juicio de la moral en función de qué tanto afectaron o contribuyeron al bienestar de algún grupo.


Para sus defensores, Agustín de Iturbide es el hábil estratega que supo apaciguar una guerra y sentó las bases de una nueva nación. Para sus detractores, Iturbide es un ser oportunista y ambicioso, cuyas ansias de poder lo llevaron a pervertir la tan ansiada libertad, que se construyó con años de lucha, desde el grito de Dolores.

 Agustín de Iturbide, basado en la obra de Primitivo Miranda (1822-1897).

Ecos del mundo

¿Qué pasaba al mismo tiempo en otras partes del mundo?


  • En 1819, las repúblicas de Venezuela y la Nueva Granada se unen para formar la Gran Colombia, y el congreso nombra presidente a Simón Bolívar, quien partirá al poco tiempo para continuar con su tarea libertadora.
  • El 5 de mayo de 1821, muere Napoleón Bonaparte en su exilio, en la isla de Santa Helena.
  • El 28 de julio de 1821, el general argentino José de San Martín proclama la Independencia del Perú y asume el cargo de protector del gobierno provisorio.
  • El 5 de enero de 1822, luego de haberse independizado de España, Guatemala se adhiere a México.
  • El 7 de septiembre de 1822, se declara la independencia de Brasil. Pedro I es nombrado regente de una monarquía constitucional que durará hasta 1889.

Napoleón cruzando los Alpes, pintura de Jaques-Louis David (1801).

El Dragón de Fierro


Agustín Cosme Damián de Iturbide y Arámburu nació en Valladolid, en lo que actualmente es el estado de Morelia, el 27 de septiembre de 1783. Luego de cursar sus primeras letras, teniendo 15 años, ingresó a la infantería de su provincia.


Cuando estalló la revolución de Independencia de 1810, Iturbide tenía 27 años y, desde las filas del ejército realista, desaprobó aquel levantamiento, al que consideraba desordenado y brusco. Incluso, Iturbide rechazó la oferta —hecha por el mismo Miguel Hidalgo— de unirse al movimiento independentista por considerar que no era la vía idónea para la emancipación, así que continuó combatiendo a la insurgencia.

Para entonces, Iturbide se había ganado el apodo de Dragón de Fierro, por la dureza implacable con la que combatía a los insurgentes desde las filas realistas de dragones, y su carrera militar se caracterizaba más por sus éxitos que por sus tropiezos. Fue su destreza militar la que en 1813 lo llevó a tener el mando de las provincias de Guanajuato, Valladolid y del ejército del Norte.


Ya con esas condecoraciones, Iturbide cayó en conductas excesivas, acaso ilícitas, que, dejando entrever una ambición desmedida, lo llevaron a ser juzgado por las propias autoridades realistas. Aunque la corte lo absolvió de las acusaciones de malversación y abuso de autoridad impuestas por habitantes de Guanajuato y Querétaro, fue cesado de todo cargo militar en 1816 y tuvo que optar por el retiro.

Conoce más...

acerca de “La vida cotidiana indígena 1421-1820 y el surgimiento de la disidencia a principios del siglo XIX” en el seminario "México Tenochtitlan: siete siglos de historia”.

El diplomático

Retirado, y desde la tranquilidad de su hacienda, redactó el conocido Plan de Iguala, cuyas tres bases eran la religión católica, la unión entre españoles y americanos, y la independencia. Iturbide había percibido un cambio coyuntural en la relación política entre España y la Nueva España, así que de manera audaz se apoyó en el hartazgo de los bandos en guerra para, desde la letra, plantearles la paz.


El Plan de Iguala proponía que el sistema de gobierno de la nación independiente fuera una monarquía constitucional, conformada por un rey y un congreso. La idea inicial era llamar a Fernando VII, monarca español, a reinar en el naciente Imperio Mexicano; de no aceptar la corona, se haría la invitación a alguno de sus hermanos o, en su defecto, a cualquier persona que designara el congreso.


Para llevar a cabo su propósito, Iturbide se dispuso a regresar a las filas militares, pidiendo que le otorgaran el mando de las tropas del sur, que combatían a las fuerzas de Vicente Guerrero, último bastión de la resistencia insurgente. Así, el coronel realista regresaba al ejército, esta vez con una misión soterrada: convencer a Guerrero de unirse a su causa y dar por terminada la guerra.

Luego de varios intercambios por carta, Guerrero accedió a unirse al plan de Iturbide, bajo la condición de que la independencia fuera total. Comenzó así la marcha del ejército de las tres garantías por el país, una campaña que, más que bélica resultó símbolo de la unión de las causas encontradas. Al mismo tiempo que desfilaba por las ciudades con la bandera del ejército de las tres garantías (religión, independencia y unión), Iturbide no cesaba en su labor de convencer por medio de cartas y entrevistas a los demás actores en pugna, como miembros de la aristocracia, del clero y de la monarquía.

Vicente Guerrero, basado en la obra de Anacleto Escutia (siglo XIX).

Las tres garantías

La bandera de México, tal como la conocemos actualmente, tiene por escudo la imagen fundacional de la cultura mexica: el águila posada sobre un nopal, devorando a una serpiente, imagen del poderío de Huitzilopochtli, que se cierne sobre sus enemigos.


Los tres colores, verde, blanco y rojo, comenzaron a sumarse al emblema nacional en la época en que Agustín de Iturbide marchó por el país enarbolando la bandera del Ejército Trigarante: el verde simbolizaba la independencia; el blanco, la religión católica, y el rojo, la unión de quienes durante años habían estado en pugna.

Bandera trigarante.

Algunas investigaciones afirman que estos colores y lo que representan estaban en relación con las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad, representadas en la iconografía de la época como mujeres vestidas de blanco, verde y rojo, respectivamente; pero junto con la caída de la monarquía católica impuesta por Iturbide, los significados otorgados a estos colores se vendrían abajo. Así, con el paso del tiempo, la realidad republicana se impondría con fuerza, resignificando el lávaro patrio.

Sentidos de la historia

Existe una leyenda que dice que el chile en nogada, famoso platillo mexicano que se consume entre julio y septiembre, fue confeccionado por monjas agustinas del convento de Santa Mónica, en Puebla, con motivo el triunfo de Agustín de Iturbide.

Los tres elementos, la nogada (blanca), el perejil (verde) y la granada (rojo), además de otorgar al platillo vistosidad y sabor, han sido relacionados por la imaginería mexicana con los colores de las tres garantías.

Si bien no existen pruebas de que el chile en nogada sea un platillo pensado para honrar el imperialismo mexicano, aun así, el paso de la historia se ha encargado de depurar, como en el caso de la bandera, aquellos significados que no concordaran con los valores de la república instaurada tras la caída del imperio. A la fecha, es común celebrar el estallido de la guerra independentista con ese plato, muestra del barroco culinario de la cocina mexicana.

Chile en nogada, imagen de dominio público.

Agustín I


Tras su paso, el Ejército Trigarante sumaba más simpatías a su causa. Al ver el crecimiento del movimiento de Iturbide y Guerrero, España destituyó al virrey Juan Ruiz de Apodaca y nombró a otro, Juan O’Donojú, para hacer frente a la avanzada.


A su llegada a la Nueva España en agosto de 1821, O’Donojú se sorprendió al ver el crecimiento del movimiento trigarante. Quizás por sus ideas liberales, el virrey intercambió cartas con Iturbide y accedió en las negociaciones para decretar el Plan de Iguala, aunque con ajustes mínimos. A este nuevo documento, por el que se acordaba la independencia de la nueva nación conocida como Imperio Mexicano, se le conoció como los Tratados de Córdoba.


En el viejo continente se negaron a reconocer la independencia de México, por lo que la propuesta de nombrar a un rey español también decayó. Así fue que el congreso mexicano recién establecido tuvo que nombrar un emperador, y quien estaba en la mejor posición para acceder al trono era el artífice del movimiento pacificador, el mismo Iturbide, quien fue coronado el 21 de julio de 1822.

Juan O’Donojú, basado en un retrato de autor desconocido.

Alegoría de la coronación de Agustín I en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México.

¿Dónde pasó?

El día de su coronación, Iturbide salió del palacio situado en la acera sur de la calle Madero, que hoy es el Palacio de Cultura Citibanamex, y se dirigió a la Catedral Metropolitana, donde fue nombrado Agustín I. Su mandato durará sólo nueve meses.


Visita y recorre de manera virtual los lugares donde ocurrieron estos hechos dando clic aquí.

Exilio y fusilamiento

Pero todo se complicaría para el emperador de México. Si bien había logrado persuadir a unos y a otros para independizar y pacificar el país, ya en el trono, lograr la conciliación entre republicanos, absolutistas y monárquicos moderados se volvía prácticamente imposible.


Cuando se enteró de las conspiraciones por derrocarlo tomó la decisión de disolver el congreso, pero el movimiento en contra de su monarquía estaba en marcha. La insurrección de Guadalupe Victoria y Antonio López de Santa Anna obligaron a Iturbide a deponer la corona y partir a Italia, al exilio.


Habiendo logrado su expulsión e instaurado el sistema republicano en México, el congreso optó por declarar a Iturbide traidor y, en caso de que pisara suelo mexicano, sería pasado por las armas. Ignorando este decreto, quien fuera monarca del fallido Imperio mexicano, intentaría regresar a México, con la intención de evitar una supuesta reconquista española. Fue identificado por su manera de montar en Soto la Marina, Tamaulipas, y conducido a Padilla, donde sería sentenciado y pasado por las armas por orden del Congreso local.

Fusilamiento de Iturbide, basado en una obra de autor desconocido.

Historia y mito

En personajes como Agustín de Iturbide puede verse cómo la historia se convierte en mito, es decir, cómo los hechos históricos, situados en una cultura y un tiempo específicos, pasan a ser relatos que refuerzan los valores de la misma sociedad que una y otra vez, los cuenta.


La historia, y en particular la de México, está viva y le pertenece a todos los mexicanos. Si bien la historia, como práctica académica, debe basarse en la neutralidad de los hechos, el mito sobre el que se erige una nación merece tener como protagonistas a aquellos héroes que concuerdan con los ideales del bien común, no con los ideales particulares de una sola persona.

Las mujeres en la historia:

La Güera Rodríguez

María Ignacia Rodríguez de Velasco de Osorio Barba y Bello Pereyra nació en 1778. Su padre fue Antonio Rodríguez de Velasco y Jiménez, regidor perpetuo de la Ciudad de México, y su madre María lgnacia Osorio Barba y Bello Pereyra, hija de un mayorazgo.


Afamada por su personalidad vivaz, María Ignacia, conocida —más que por su nombre— con el apodo de La Güera Rodríguez, se desenvolvió en los círculos de la élite mexicana de la época. Su personalidad aguda, aunada a su atractivo físico, la hizo objeto de innumerables chismes. Su primer esposo, José Jenaro Villamil, con quien contrajo nupcias a los 15 años, la acusó de adulterio y llevado por los celos disparó fallidamente un arma en su contra. La Güera huyó de su casa y lo acusó de intento de asesinato, por lo que Villamil fue sometido a arresto domiciliario y posteriormente pidió el divorcio eclesiástico.

Su educación y su condición de privilegio hicieron que María Ignacia se involucrara desde temprano en la causa independentista, quizás más por proteger sus propiedades que por una ideología comprometida. En 1810 fue acusada de dar dinero a la revolución y en 1814 fue denunciada como protectora de insurgentes, aunque nunca se le comprobaron las acusaciones.


Lo que resulta más probado es que La Güera Rodríguez apoyó el movimiento independentista de Iturbide, amigo de su familia y con quien se le involucraría románticamente. De hecho, varios hijos de María Ignacia ocuparon cargos en el imperio. Algunos detractores del gobierno de Agustín I llegaron a afirmar que era La Güera Rodríguez quien controlaba al emperador y tomaba realmente las decisiones. Incluso se dijo que fue ella quien redactó el Plan de Iguala, aunque no hay pruebas que lo demuestren.


María Ignacia murió en 1850, a los 71 años, y su personaje ha sido objeto de obras de teatro, películas, novelas e incluso óperas.

La Güera Rodríguez, basada en una obra atribuida a Ignacio Cumplido.

Historias ausentes

Imagina que Agustín I no hubiera abdicado a la corona y que el Imperio mexicano continuara hasta nuestros días. ¿Cómo sería nuestro país? ¿A qué se hubieran dedicado tus padres, tus abuelos, tus bisabuelos? ¿En qué parte del imperio vivirías?


Escríbelo o dibújalo y compártenos tu opinión. Así podrás descargar la ilustración del Palacio de Iturbide.

Mirada ampliada

Te invitamos a profundizar más en el tema de la Noche Victoriosa. La Red de Bibliotecas Públicas de la Ciudad de México tiene entre su acervo algunos títulos que te permitirán ampliar la mirada. Te recomendamos:

Cosío Villegas, Daniel (coord.), Historia general de México, Ciudad de México, El Colegio de México, Centro de Estudios Históricos, 2008.

Riva Palacio, Vicente (coord.) México a través de los siglos, Ciudad de México, Cumbre, 1988.

Libro de visitas

¡Muchas gracias por visitarnos! Nos interesa conocer tu experiencia en el recorrido.

Créditos

Rosaura Ruiz Gutiérrez

Secretaria de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación

Uladimir Valdez Pereznuñez

Subsecretario de Educación

Angélica Antonio Monroy

Directora de Acervo Bibliohemerográfico

Dirección del proyecto: Angélica Antonio Monroy

Textos e investigación: José Pulido Mata

Ilustraciones y diseño: Emmanuel Peña Martínez

Diseño web: Alvar Villa Martínez, José Pulido Mata

y Emmanuel Peña Martínez

Colaboradores de la sección “Mirada Ampliada”: María de Lourdes Arellano Esteban, B. C. D. de Tlalpan, alcaldía Tlalpan / Andrea González Martínez, B. P. Juventino Rosas, alcaldía Gustavo A. Madero / Norma García Azpeitia, B. P. Jesús Reyes Heroles, alcaldía Cuauhtémoc / Josué Javier García Hernández, B. P. Lic. Emilio Portes Gil, alcaldía Coyoacán

Fuentes consultadas

Chinchilla, Perla, Del Plan de Iguala a los Tratados de Córdoba, Ciudad de México, Secretaría de Cultura, 2021.


Marina Arrom, Silvia, “La Güera Rodríguez: la construcción de una leyenda”, disponible en <https://historiamexicana.colmex.mx/index.php/RHM/article/view/3972/3956>.


Navarro y Rodrigo, Carlos, Vida de Agustín de Iturbide / Memorias de Agustín de Iturbide, Madrid, Editorial América, 1919.


Pesado, José Joaquín, El libertador D. Agustín de Iturbide, Ciudad de México, La Voz de México, 1872.


Un Verdadero Americano, Bosquejo ligerísimo de la Revolución de México, desde el grito de Iguala hasta la proclamación imperial de Iturbide, Philadelphia, Teracrouef y Baraoajeb, 1822.